lunes, 12 de julio de 2010

XI

Pasé, lo que pareció un siglo en el aeropuerto.
Mis pies había cobrado vida propia, y no había manera de mantenerlos en un sólo sitio.
Vagaba. También vagaba mi mente, entre un torbellino de pensamientos.
Sentía que me faltaba el aire. Lo necesitaba y él, ya no estaba ahí.
No recordaba haberme arrepentido así, de nada antes. Quería lanzarme debajo de alguno de esos carritos que llevan las maletas. Y al mismo tiempo, sabía que no tenía ni siquiera las agallas para hacer eso.
Me zumbaban los oídos, y la presión en el pecho crecía a medida que pasaban los segundos.
Lancé un grito adolorido y todos los trajeados que me rodeaban dirigieron sus miradas hacia mí con gesto de pánico.
No me importaba lo que pensaran. Necesitaba hacerlo, necesitaba gritar.
Cuando me quedé sin aire en los pulmones, corrí hacia el servicio por entre la multitud. Me encerré y lloré, por lo que parecieron años.

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